En general, puede considerarse como una reacción a los procesos de renovación liberación o disgregación que aparecen en algunas religiones. Los fundamentalistas defienden la pureza de sus creencias en nombre de la Verdad Absoluta de la que se consideran propietarios.
En el cristianismo, esta corriente, surge a fines del siglo XIX en el protestantismo como un frente contra la teología liberal y modernista. También se ha utilizado para describir los movimientos cristianos y conservadores del finales del siglo XX. Por ejemplo, en el caso del catolicismo, el arzobispo Marcel Lefebre (1905-1991) promovió el retorno a prácticas preconciliares.
El estrecha relación con el fundamentalismo, el integrismo refiere a un sistema religioso totalitario que pretenden organizar todos los ámbitos de la vida, tanto privada como pública, basándose en los dognas religiosos y negando la libertad de optar por otra creencia.
Ejemplos recientes de integrismo son los grupos talibanes del Islam.